Herramientas financieras para manejar los riesgos

Manos cubriendo casa, carro y familia de papel

Hay tres herramientas que nos ayudan a manejar los riesgos a los que estamos expuestos: el ahorro, el crédito y el seguro.

¿Qué es el ahorro?

Es aquella suma de dinero que se guarda voluntariamente para utilizar en el futuro. El ahorro se puede realizar con entidades como bancos, capitalizadoras, cooperativas o fondos de empleados, que ofrecen rendimientos y utilidades que aumentan el capital ahorrado.

El ahorro es un buen aliado para cumplir las metas como educación o vivienda, pero también es una ayuda para superar situaciones imprevistas o riesgos.

Es deseable que las personas tengan un ahorro para manejar aquellos pequeños riesgos que pueden afectar la vida o las propiedades, por ejemplo, el ahorro es útil para cubrir la falta de ingresos durante una incapacidad corta

¿Qué es el crédito?

Es una herramienta financiera que permite tener acceso a un capital que se puede usar para consumo o para inversiones. Además de reintegrar la cuantía solicitada, este instrumento genera la obligación de pagar intereses a la entidad financiera que desembolsó el préstamo.

Por ejemplo, Felipe quiere abrir un punto de venta de helados y Andrea quiere comprar unos zapatos nuevos. En ambos casos, ellos pueden acudir al crédito para tener el dinero que les permita cumplir esos sueños. El monto, el plazo y la tasa de interés, determinarán el valor que pagarán periódicamente.

El crédito también resulta útil para cuando ocurren riesgos graves que no se pueden cubrir con los ahorros; sin embargo, acudir a crédito es una medida de reacción (no de prevención) frente a los riegos y tiene un costo.

¿Qué es el seguro?

El seguro es un instrumento financiero que permite a las personas, a las empresas y al Estado transferir sus riesgos a las compañías de seguros, mediante el pago de una suma de dinero denominada «prima». Así, una vez sucedan los hechos cubiertos en un contrato de seguros, las aseguradoras contribuyen para que los afectados se repongan de las pérdidas o daños sufridos, gracias al pago de una indemnización o la prestación de un servicio.

En algunos casos, las aseguradoras entregarán al beneficiario el dinero acordado en un contrato de seguros, como el caso de Marcela, quien recibió el pago de la indemnización del seguro de vida de su difunto esposo. En otros casos, la aseguradora se encarga de prestar el servicio, como la visita del plomero que recibió Camilo, cuando informó a la aseguradora que en su apartamento se rompió un tubo de la cocina. Los costos del plomero los paga la compañía que expidió el seguro de Camilo.

Los seguros permiten que cuando ocurra un suceso negativo, el asegurado pueda retomar su actividad sin traumatismos. Por ejemplo, Antonio, un reconocido panadero del barrio, consciente del riesgo de incendio en su negocio, decidió asegurar los hornos de su local; como contaba con esa protección, pudo recuperar sus hornos, luego de que las llamas consumieran parte del local.

Gracias al seguro, Antonio muy pronto pudo volver a trabajar en su negocio sin tener que recurrir a préstamos o afectar sus ahorros.